HART por Abel Prieto

Hart nació hace 90 años, el 13 de junio de 1930, y nos dejó lecciones que tienen hoy plena vigencia. Fue un pensador original y hondo y un revolucionario de cuerpo entero. Estudió con rigor la tradición «electiva» del pensamiento cubano, su vocación ética y la trayectoria que lo condujo hasta Martí, primero, y luego hasta Fidel

12 de junio de 2020

El 1ro. de enero de 1959 sorprendió a Hart en el Presidio Modelo de Isla de Pinos. Se había entregado de lleno a la lucha contra la tiranía y, en la Cuba redimida, se entregaría con el mismo fervor a las misiones de los nuevos tiempos.

Había que liquidar el latifundismo y entregar la tierra a los campesinos; dar a los humildes los derechos que les habían sido negados, atención médica, viviendas, empleo, dignidad; demoler el sistema neocolonial y recuperar la Patria para el pueblo; defender a la joven Revolución de los planes imperiales para destruirla.

Y había que derrotar el analfabetismo, la ignorancia, los complejos de inferioridad ante el Norte. Los cubanos debían ser capaces de asumir plenamente su condición de hombres y mujeres libres. La transformación de los seres humanos resultaba indispensable. Hart trabajó inspirado en estos conceptos mientras acompañaba a Fidel en la obra educacional y cultural que cambiaría definitivamente al país.

Fue un pensador original y hondo y un revolucionario de cuerpo entero. Estudió con rigor la tradición «electiva» del pensamiento cubano, su vocación ética y la trayectoria que lo condujo hasta Martí, primero, y luego hasta Fidel.

Gestó un movimiento de masas en torno a la fundación de museos, bibliotecas y otras instituciones de base en cada municipio del país. Siempre en coordinación con la escuela, que es, según insistía él, «la institución cultural más importante de la comunidad».

La participación activa de amplios sectores de la población en los procesos culturales implicaba una ruptura total con los códigos de la «cultura de masas» yanqui, concebida como mera mercancía, con un Emisor Todopoderoso que alimenta a los receptores pasivos y boquiabiertos. La noción de Hart que sacude a ese espectador y lo despierta de su letargo para colocarlo como protagonista, como participante, de los procesos culturales, parte de una admirable visión de vanguardia.

Rechazaba, como Fidel, las concepciones elitistas, que reducen el arte a círculos minoritarios, y aquellas versiones populistas, tan próximas al modelo yanqui que ofrece una papilla seudocultural a la población, porque, supuestamente, es lo que el pueblo quiere y entiende.

Hart se empleó a fondo en rectificar errores y distorsiones que se habían producido en la política cultural y en rescatar la comunicación entre las instituciones y la vanguardia intelectual. Sabía oír, dialogar, debatir, aproximar a interlocutores en apariencia irreconciliables, sumar a creadores de todas las tendencias a su programa unitario de promoción masiva de las artes y la literatura.

Fue muy notable su capacidad para el diálogo con los jóvenes. No les lanzaba desde un púlpito conclusiones irrefutables ni pretendía jamás manipularlos. Compartía con ellos de igual a igual, desde el respeto, de manera transparente y abierta. Sus reflexiones, inamovibles en los principios, se expresaban limpiamente, sin retórica, y por eso eran escuchadas con atención.

Según Graziella Pogolotti, «su capacidad convocante» se basaba en «la insobornable trayectoria política» y en «la decencia, virtud primordial que abría cauce a la confianza mutua, fuente de todo diálogo productivo, libre de reservas, prejuicios y mezquindades».

Hart abrió espacios de confluencias entre amplios sectores de población y los más elaborados y complejos lenguajes artísticos. Combatió las visiones que confunden la cultura con «la farándula» o el mero ornamento.

Fue el principal impulsor del Foro de Ministros de Cultura de América Latina y el Caribe. Estaba convencido de que podía articularse un frente de defensa de las identidades nacionales de la región y de la Identidad Mayor, una y diversa, de la familia espiritual bolivariana y martiana. Las potencialidades emancipadoras de la cultura eran un arma para frenar la ofensiva de la industria hegemónica yanqui sobre los valores de nuestros pueblos. Pero muchos de los participantes en este Foro eran tecnócratas nada sensibles a los temas de la descolonización y, en esencia, colonizados ellos mismos. Sin embargo, Hart no se daba por vencido, seguía proponiendo iniciativas y ganaba terreno. Con la fuerza de sus argumentos, su pasión contagiosa y su lucidez, reclutó a no pocos escépticos y logró que se materializaran valiosos proyectos de colaboración.

Con el fin del socialismo europeo y de la urss, Hart, como martiano, fidelista y marxista, hizo lo posible por entender qué podía haber fallado en el campo cultural e ideológico. Comprendió que la idealización acrítica de la «modernidad» occidental y una política torpe hacia los sectores intelectuales, junto al trabajo de zapa del enemigo, habían desempeñado un papel de mucho peso.

Hart nació hace 90 años, el 13 de junio de 1930, y nos dejó lecciones que tienen hoy plena vigencia.