Me referí en un tuit al extraordinario discurso del Presidente Díaz-Canel en la clausura de la Asamblea Nacional, y apareció un troll o un gusanillo real (da igual) para acusarme de aplaudir a «un nuevo amo». Supongo que se refiere a que tuve el enorme privilegio de trabajar con Fidel y luego con Raúl, algo que me alienta y enorgullece todos los días. Nadie en Cuba vio jamás a Fidel y a Raúl como «amos», sino como líderes excepcionales, de estatura mundial, con una autoridad política y moral que nace de su ejemplo y de su trayectoria. Los hemos seguido, continuamos siguiéndolos, por convicción, por principios, por lealtad, porque representan los ideales y la obra que nos permitieron dejar de ser una neocolonia envilecida de los yanquis para convertirnos en una nación soberana, justa, verdaderamente democrática, solidaria, internacionalista, empeñada en construir el Socialismo.
Miguel Díaz-Canel, a quien quiero y admiro desde hace muchos años, muchísimo antes de que tuviera sus actuales responsabilidades, es la figura más visible de un trabajo minucioso y arduo, muy amplio, para lograr que las nuevas generaciones vayan ocupando, sin rupturas traumáticas, cargos decisivos en el país, proceso que el propio Raúl se ha encargado de explicar. «No somos sucesión, somos continuidad», repite muy a menudo Díaz-Canel, y lo está demostrando con su estilo de trabajo, tan cercano al de Fidel y Raúl, con su incansable batalla contra la burocracia, la insensibilidad, la corrupción, y en sus contactos directos con la población.
Recuerdo que Fidel comentó una vez en un Consejo Nacional de la UNEAC un documento desclasificado del gobierno de Estados Unidos «para impedir la sucesión de Castro». Fidel dijo, riéndose: «Aquí no lo dejan a uno ni morirse tranquilo.» El hecho es que Fidel se enfermó, entregó todos sus cargos y nadie pudo impedir que Raúl se ocupara de dirigir el país y emprendiera, con una audacia admirable, la actualización de nuestro modelo económico y social.
La generación histórica propició que emergieran Díaz-Canel y otros muchos cuadros jóvenes. Hoy Díaz-Canel es el Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. Y su liderazgo crece día a día, apoyado por Raúl, por Machado, por Ramiro. Tiene que ser muy amargo para los yanquis y el núcleo fascista de Miami que Cuba tenga un Presidente como Díaz-Canel.
Debo decir que comprendo a los trolls y gusanos cuando hablan de «amos». En su profesión, obviamente, no hay líderes, sino amos. No hay principios ni convicciones ni ideales; sino intereses mezquinos, servilismo, dinero.
Debe estar conectado para enviar un comentario.